ARGENTINA, NO LO ENTENDERÍAS | Editorial de Juanma Berlanga

Todo fue mucho. Muchísimo. Volvimos a ser los mejores del mundo.
Y Messi logró la única consagración que le faltaba.
Que no fue fácil… no se lo vamos a contar a nadie. Que fue en la mejor final del mundo de la historia, de eso dan cuenta todos los medios del mundo.
Que somos campeones ganándole la final al último campeón, que durante 70 minutos le pintamos la cara a Francia, que se nos paró el corazón mil veces, que Mbapé apareció una y otra vez para para helarnos la sangre, que Dibu nos resucitó en el último minuto cuando ya estábamos clínicamente muertos… todo es cierto… nuestros cuerpos dan fe.

En este mundial de fútbol pasaron cosas que sólo entendemos quienes nacimos y vivimos acá. Argentina, no lo entenderías… suele aparecer una y otra vez en los posteos en las redes sociales. Y es así.
¿Cómo entiende un europeo, dueño del mundo, que estos sudacas sentimos como una injusticia no haber sido nunca más campeones desde 1986? Si el mejor futbol del mundo se vive en Europa, como dijo Mbapé.
¿Cómo entiende un no argentino que Messi, después de romper todos los records logrados por todos los futbolistas de la historia, tenía esta cuenta pendiente?
¿Cómo entiende lo que nos pasa alguien que no fue compatriota del Diego? ¿Cómo entiende alguien que no nació en estas tierras lo que significa todo esto?
¿Arrogantes? ¿Agrandados? ¿Soñadores ilusos? No papá, somos los mejores del mundo jugando al fútbol, y después de años de injusticia, volvimos al sitio glorioso que nos pertenece. Por historia, por potrero, por Kempes, por Maradona y, sobre todo, por Messi.
¿Podía el fútbol privarse de verlo a Messi levantando la copa más linda de todas? ¿Podía el destino ser tan ingrato con quien más felicidad regaló al mundo en las últimas décadas?
Andá pallá, destino agorero, traé esa copa pa cá bobo. Para que la bese Leo, para que le haga upa el dibu, para que la justicia de la vida, una vez aunque sea, tenga sentido.

Además de batir todos los récords, además de deslumbrar al mundo entero, Messi se sacó de encima esa mochila llamada Maradona. Esa mochila que Diego jamás le quiso colgar, que hasta incluso intentó ayudar a sostener, pero que la historia inevitable de Argentina le cargó sobre las espaldas.
Justo a él, al pibito más débil del barrio, al enanito más bajo del curso, al nenito que necesitó un tratamiento de crecimiento para poder ser deportista de élite.
En este mundial el milagro fue colectivo, tan colectivo que se hizo canción de cancha, y tanto lo cantamos que pudimos verlo. Ahí estaban desde el cielo Diego, su viejo y la Tota, alentándolo a Lionel. Ahí lo vimos a Diego, poniendo un trono al lado del suyo, diciéndole al pibe de 35 años, pase maestro, compartamos este reinado.

Messi es campeón del mundo, Messi es el mejor jugador del mundial, Messi nos hizo a lo 45 millones de argentinas y argentinos campeones del mundo otra vez.
Y lo hizo en el casi cierre de su carrera. Y eso hizo además, que todo un país sintiera la doble felicidad. De ser campeones del mundo, si, pero de verlo a él levantar esa copa.
Y todo fue tan sufrido como perfecto. Las lágrimas del fideo Dimaría fueron las de todos, porque si había alguien más que merecía esta gloria era Fideo. Y también el Kun, que aunque el corazón le impidió seguir jugando, el corazón de sus compañeros le abrió las puertas como a uno más.

¿Y el resto del equipo? La empatía de este grupo de muchachos con su pueblo es única. Primero porque lograron transmitirnos a todas y todos que sentían lo mismo, por el país y por Lionel. Segundo porque vienen dejando absolutamente todo y más adentro de la cancha. Pero también porque son como nosotros.
Tal vez sea la juventud, tal vez el contacto directo por sus redes sociales, tal vez porque se bancaron las críticas tóxicas de los periodistas y del negocio de la televisión, vaya a saber uno por cuantas cosas más… pero estos muchachos nos volvieron a ilusionar y no nos dejaron a pata.

Es imposible hablar de todo esto sin dejar un lugar destacado para Scaloni y su cuerpo técnico. El técnico menos pensado. El técnico debutante que jugó sólo 4 campeonatos y ganó 3. ¿Cuáles? La copa América, la Finalíssima y la copa del Mundo…. así de insólito, así de gigante.


El tipo que tuvo una oportunidad y no la desaprovechó. El que se aguantó todas las críticas, todas las presiones y todos los lobbys del negocio que rodea a esto maravilloso que se conoce como fútbol.
Aún en el limbo de los dioses, aún en el momento de ser coronado por los eternos laureles, el tipo, roto en llanto, recordó una vez más que es sólo fútbol y que también se puede perder.

Somos campeones del mundo. Todavía nos quedan festejos pendientes. Todavía nos queda recibir a los muchachos, todavía nos queda una eternidad para celebrar.


Es sólo fútbol, pero esto es Argentina, no lo entenderías… sinó explicame por qué en el rezo mundial con forma de canción no nos olvidamos de los pibes de Malvinas, de las finales que perdimos y de la que le ganamos a nuestros hermanos brazucas en el mismísimo Maracaná.

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